Marcelo Gallardo, el técnico de River Plate, está pasando de ser una figura de jerarquía a convertirse en un obstáculo. Desde su vuelta al conjunto de Núñez, ha tomado las llaves de la institución, bajo la conducción de Jorge Brito, y ha malgastado más de 77 millones de dólares en jugadores que no han dado la talla e incluso ya habían pasado por el club. Esto da a entender que el entrenador no tiene ojo para futuros proyectos y que no ha podido reinventarse luego de su paso olvidable por la Saudi Pro League.
Su regreso, que generó una gran expectativa, se transformó en una seguidilla de fracasos: eliminaciones en la Copa Libertadores siendo ampliamente superado; derrota en la Supercopa Internacional ante un limitado Talleres; eliminación en fase de grupos del Mundial de Clubes —teniendo a un solo europeo en su zona—; caída en el Apertura, en el Monumental, frente a Platense por los cuartos de final; y la reciente derrota por Copa Argentina frente a Independiente Rivadavia de Mendoza por penales.
Además, sufrió derrotas en su estadio frente a Deportivo Riestra y Sarmiento de Junín en el Clausura, equipos totalmente inferiores a lo que aspira el plantel. Estas caídas exponen no solo un mal presente futbolístico, sino también la pérdida de nivel de un técnico que alguna vez fue sinónimo de éxito.
Ya con su contrato próximo a finalizar en diciembre de 2025, y con las elecciones para nuevo presidente, tanto la oposición como el oficialismo deberán retomar el rumbo dirigencial y poner en el cargo a una cara nueva. Nadie quiere vivir del pasado: hoy, Marcelo Gallardo es la consecuencia de una dirigencia que no supo mirar hacia el futuro.




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